DE VISIÓN Y VOLUNTAD INQUEBRANTABLE
Aurelio Atayde Caudillo (Bellito) (hijo de Aurelio Atayde García) fue un visionario adelantado a su época. Sin lugar a dudas, fue un genio innovador y previsor del circo. Las ideas y los proyectos que desde adolescente iba formulado, son las propuestas “novedosas” que actualmente se observan en los espectáculos circenses.
Desde muy temprana edad demostró hambre por el estudio, así como pasión por la tradición familiar. Su primera aparición en pista fue como payaso a los 4 años y hasta sus últimos días era común verlo con algún libro de compañía. Su generación marcó un punto de inflexión en la tradición familiar, al presentarse por primera vez una educación mixta y ya no exclusivamente oral y familiar. Durante su niñez y adolescencia vivió dividido, sus mañanas eran de estudio en la escuela, mientras que sus tardes y noches eran de aprendizaje y trabajo en el circo familiar. Como artista, se mostró entusiasta de las entradas cómicas; sin presentarse propiamente como payaso, pero fue como locutor y maestro de ceremonias que destacó en la pista.
Su verdadero talento lo comenzó a demostrar tras pasar de maestro de ceremonias a director musical. Realizaba mezclas de sonido perfectamente sincronizadas y armonizadas con los actos de cada artista y elementos de la función.
Poco después de cumplir la mayoría de edad y terminar sus estudios, se embarcó a la aventura para comenzar desde cero, desde el puesto más bajo y humilde, en un circo donde su trabajo hablase más que su nombre y sumara al mito de este. Fue así que pasó por los circos de las familias Bells, Esqueda, Meraz, Morales, etc.
Tras ganarse un lugar en la comunidad circense, ya como productor y director artístico, en numerosas ocasiones fue invitado a participar como socio en diversos circos y espectáculos. Era impresionante como con los mismos elementos y herramientas de circos a punto de desaparecer, haciendo uso sólo de su visión, talento y trabajo, pudiera transformarlos en espectáculos mágicos completamente distintos, tanto en imagen como en propuesta artística y que al mismo tiempo resultaran encantadores para el público. En su modestia, Aurelio no hablaba de sus constantes trasnochadas de estudio del arte circense y de la elaboración de proyectos cuyo propósito era el de elevar el horizonte circense. Era común encontrarlo acompañado por el amanecer en su mesa de trabajo, rodeado de libros y
revistas, así como de videos de artistas y espectáculos de todo el mundo.
Aurelio Atayde se denominaba así mismo “comodín” dentro de la estructura circense, ya que por tradición familiar, aprendió que los integrantes de la familia responsable del circo debían ser capaces (si fuera necesario) de suplir la labor de cualquier integrante del circo, así como de enseñarla a quien fuera necesario. Por esa perspectiva de vida y trabajo, donde de igual manera se le podía encontrar cargando los mástiles de la carpa, limpiando los desechos del zoológico, armando nuevos actos con los artistas y ejecutándolos en pista, preparando la ruta y las campañas publicitarias o negociando con las autoridades la participación del circo en fiestas regionales. El profesionalismo en su trabajo, la sencillez en su trato y su interminable disposición por ayudar y enseñar a cualquier compañero circense, le ganó en vida, el reconocimiento del más noble de los Atayde.
DE VISIÓN Y VOLUNTAD INQUEBRANTABLE
Aurelio Atayde Caudillo (Bellito) (hijo de Aurelio Atayde García) fue un visionario adelantado a su época. Sin lugar a dudas, fue un genio innovador y previsor del circo. Las ideas y los proyectos que desde adolescente iba formulado, son las propuestas “novedosas” que actualmente se observan en los espectáculos circenses.
Desde muy temprana edad demostró hambre por el estudio, así como pasión por la tradición familiar. Su primera aparición en pista fue como payaso a los 4 años y hasta sus últimos días era común verlo con algún libro de compañía. Su generación marcó un punto de inflexión en la tradición familiar, al presentarse por primera vez una educación mixta y ya no exclusivamente oral y familiar. Durante su niñez y adolescencia vivió dividido, sus mañanas eran de estudio en la escuela, mientras que sus tardes y noches eran de aprendizaje y trabajo en el circo familiar. Como artista, se mostró entusiasta de las entradas cómicas; sin presentarse propiamente como payaso, pero fue como locutor y maestro de ceremonias que destacó en la pista.
Su verdadero talento lo comenzó a demostrar tras pasar de maestro de ceremonias a director musical. Realizaba mezclas de sonido perfectamente sincronizadas y armonizadas con los actos de cada artista y elementos de la función.
Poco después de cumplir la mayoría de edad y terminar sus estudios, se embarcó a la aventura para comenzar desde cero, desde el puesto más bajo y humilde, en un circo donde su trabajo hablase más que su nombre y sumara al mito de este. Fue así que pasó por los circos de las familias Bells, Esqueda, Meraz, Morales, etc.
Tras ganarse un lugar en la comunidad circense, ya como productor y director artístico, en numerosas ocasiones fue invitado a participar como socio en diversos circos y espectáculos. Era impresionante como con los mismos elementos y herramientas de circos a punto de desaparecer, haciendo uso sólo de su visión, talento y trabajo, pudiera transformarlos en espectáculos mágicos completamente distintos, tanto en imagen como en propuesta artística y que al mismo tiempo resultaran encantadores para el público. En su modestia, Aurelio no hablaba de sus constantes trasnochadas de estudio del arte circense y de la elaboración de proyectos cuyo propósito era el de elevar el horizonte circense. Era común encontrarlo acompañado por el amanecer en su mesa de trabajo, rodeado de libros y
revistas, así como de videos de artistas y espectáculos de todo el mundo.
Aurelio Atayde se denominaba así mismo “comodín” dentro de la estructura circense, ya que por tradición familiar, aprendió que los integrantes de la familia responsable del circo debían ser capaces (si fuera necesario) de suplir la labor de cualquier integrante del circo, así como de enseñarla a quien fuera necesario. Por esa perspectiva de vida y trabajo, donde de igual manera se le podía encontrar cargando los mástiles de la carpa, limpiando los desechos del zoológico, armando nuevos actos con los artistas y ejecutándolos en pista, preparando la ruta y las campañas publicitarias o negociando con las autoridades la participación del circo en fiestas regionales. El profesionalismo en su trabajo, la sencillez en su trato y su interminable disposición por ayudar y enseñar a cualquier compañero circense, le ganó en vida, el reconocimiento del más noble de los Atayde.
¡Esperamos disfruten nuestra historia!